¿Los caballos distinguen los colores? ¿Pueden ser miopes? ¿Por qué se asustan fácilmente si nos acercamos de forma lateral? Te contamos algunas curiosidades sobre su visión que pueden explicar determinados comportamientos.
Los caballos son animales de presa, por lo que su visión es muy importante. De todas las especies terrestres que perciben la luz y desarrollan los colores, el ojo del caballo es el más grande, incluso más, en proporción, que el ojo de los elefantes.
En comparación con otras especies, el ojo del caballo tiene además del tamaño otras peculiaridades, como son las adaptaciones físicas para regular una entrada de excesiva de luz:
Tanto el tamaño como la posición del globo ocular les permite tener un campo visual muy amplio, pudiendo abarcar hasta 350º, proporcionándoles una visión casi completa de su alrededor con muy pocos puntos ciegos. Estos últimos se encuentran por delante de la nariz y detrás de las orejas.
Dada la posición de sus ojos, los caballos tienen dos tipos de visión: central y periférica. La primera de ellas es con visión túnel, mirando al frente. La segunda es lateral e individual de cada ojo, lo que les otorga un amplio campo de visión.
La gama de colores que perciben los caballos, a diferencia de las personas, se limita a dos: amarillo y azul. Esto se llama visión dicromática y es debido a que el ojo de las personas tiene mayor cantidad de conos (células que captan luz y desarrollan los colores que reciben). Entonces, ¿por qué se asustan de un cercado rojo? Seguramente sea por la percepción del brillo e intensidad del color.
Para que la imagen que capta el ojo del caballo se traduzca de manera correcta al cerebro tiene que haber una buena refracción de la luz en las estructuras oculares más superficiales (córnea, cristalino…) y así poder llegar hasta el fondo ocular correctamente.
Diferentes enfermedades oculares pueden resultar en errores de esta refracción de la luz. Se producirá una miopía si enfocan por delante del punto normal, y una hipermetropía si enfocan por detrás del punto normal. Cualquiera de estas situaciones puede provocar cambios en el comportamiento o una bajada del rendimiento deportivo por no poder ver bien.
Estos problemas de refracción se pueden diagnosticar mediante una revisión ocular que contemple una prueba de retinoscopia. Para ello se utiliza el retinoscopio, un dispositivo que emite un haz de luz que se refleja en la retina y permite al veterinario oftalmólogo calcular las dioptrías del error refractivo de forma objetiva. El examen dura unos pocos minutos y no representa ningún tipo de molestia o complicación ya que esta prueba diagnóstica no es invasiva.
Los caballos, como las personas, aunque estén en movimiento pueden generar una imagen fija en su cerebro. Una diferencia es que el movimiento lo detectan mejor en el campo visual periférico, pero la agudeza visual en esta zona es baja. Esto podría explicar por qué los caballos se asustan tan fácilmente de los objetos ubicados en su campo visual periférico.
En la primera visita en équidos buscamos conocer con detalle el estado de los ojos del paciente con una exploración completa desde los párpados y la superficie ocular hasta el cristalino y el fondo ocular.
El ojo seco es una patología compleja que no se suele detectar en equinos. Sin embargo, su diagnóstico y correcto tratamiento puede mejorar de forma muy significativa la calidad de vida del paciente.
Una herida en la superficie del ojo que llega a infectarse puede requerir de un transplante corneal para recuperar visión.