La colaboración entre veterinario generalista y el oftalmólogo facilita el diagnóstico y tratamiento de enfermedades sistémicas en pequeños animales (diabetes, hipertensión, infecciosas y leishmania)
El congreso “Manifestaciones oculares de enfermedades sistémicas” reunió el pasado mes de junio en el Instituto de Microcirugía Ocular de Barcelona a veterinarios generalistas, internistas y oftalmólogos, convocados por el Instituto Veterinario Oftalmológico (IVO).
El encuentro tenía por objetivo fomentar el debate sobre este tipo de enfermedades, compartir conocimiento y concienciar sobre los beneficios de la colaboración entre especialistas.
Los temas y casos tratados durante la sesión pusieron en evidencia hasta qué punto “los ojos son el espejo del alma”, al constatar cómo la exploración oftalmológica puede ayudar al diagnóstico temprano de enfermedades que afectan a todo el organismo, y a la comprensión de su evolución.
Y a su vez, los asistentes pudieron comprobar cómo un manejo adecuado de este tipo de enfermedades puede prevenir problemas de visión en sus pacientes.
La catarata diabética es uno de los problemas oculares de enfermedades endocrinas que más controversia genera entre especialistas.
Hay la creencia extendida de que un paciente diabético o hipertenso no debería ser intervenido de cataratas hasta que esté estabilizado, o por lo menos hasta comprobar que responde al tratamiento. Incluso hay anestesistas que rechazan intervenir hasta que el nivel de glucosa esté perfecto.
Pero desde el punto de vista del oftalmólogo, hay varios argumentos a favor de la intervención temprana de cataratas en el ojo diabético. Esperar demasiado tiempo puede generar daños vasculares en la retina, inflamación y complicaciones durante y después de la cirugía, como una mayor probabilidad de úlceras. En cambio, actuar de forma rápida facilitará la intervención y además, al no verse limitado por los problemas de visión, el paciente diabético podrá retomar antes el ejercicio físico, lo que contribuirá también al control de su diabetes.
En cuanto a los efectos de la hipertensión, un examen de fondo de ojo puede ayudar a confirmar el diagnóstico de forma más fiable que la toma de la tensión en consulta, al ser una prueba a la que no afecta el estrés del llamado “efecto bata blanca”.
Por otra parte, realizar un examen rutinario de fondo de ojo contribuirá en algunos casos al diagnóstico temprano de la hipertensión, además de facilitar el control y prevención de los daños oculares que ésta pueda generar.
Como en el caso de las enfermedades endocrinas, algunas enfermedades infecciosas pueden provocar problemas oculares al cabo del tiempo, por lo que es importante descartar afectaciones oculares en cuanto se diagnostican. Es el caso de la Erlichia, Rickettsia, Toxoplasma, Neospora y Leptospira.
Y al revés, si la sospecha de enfermedad infecciosa surge en la consulta oftalmológica, a menudo ante una uveítis o molestias en el ojo, su exploración oftalmológica detallada ayudará a la identificación del tipo de enfermedad infecciosa de que se trata, y por tanto a la elección del tratamiento más adecuado.
La aportación de los especialistas en medicina interna en este tipo de enfermedades es importante para veterinarios generalistas y oftalmólogos, que suelen no estar tan bien informados sobre los nuevos tratamientos que están apareciendo.
En particular, en el congreso se pudo constatar la preocupación creciente por la leptospira, una enfermedad infecciosa que ha reaparecido en los últimos 2 o 3 años en perros no vacunados tanto en Barcelona como en Palma, y que tiene consecuencias graves para la vida del paciente.
Su detección temprana, y la adopción de medidas de higiene y esterilización en consulta, son imprescindibles para evitar complicaciones también para las personas, ya que se propaga mediante el contacto con la orina del paciente.
La Leishmanía despierta especial interés por ser una enfermedad endémica en toda España, difícil de tratar, crónica, y cuya vacuna genera cierta controversia.
En algunos casos, el oftalmólogo puede tener la clave para su diagnóstico, al no ser posible localizarlo en sangre ni en médula ósea, ya sea porque la carga del parásito es muy baja, o porque esté acantonado en una articulación o en un abultamiento casi imperceptible alrededor del ojo.
Son casos en que el oftalmólogo sí puede observar lesiones oculares que identifica claramente con Leishmania, y en los que la enfermedad se confirma al iniciar el tratamiento y comprobar la mejoría del paciente.
Y una vez más, la colaboración estrecha del oftalmólogo con el veterinario generalista o el internista contribuirá al ajuste de la medicación, así como a un mejor conocimiento futuro de la enfermedad y de su tratamiento.