La triquiasis es una alteración del crecimiento o de la dirección del pelo periocular, en la que los pelos, aunque situados en una posición anatómicamente normal (por ejemplo, en los párpados o en la piel cercana al ojo), crecen orientados hacia la superficie ocular, provocando contacto directo con la córnea o la conjuntiva. Este contacto continuo genera irritación mecánica, inflamación y, en casos crónicos o graves, úlceras corneales.
A diferencia de la distiquiasis, en la que las pestañas surgen de lugares anómalos (como las glándulas de Meibomio), en la triquiasis el folículo piloso está en su sitio normal, pero su ángulo de crecimiento es patológico. Esta condición se presenta con mayor frecuencia en perros, aunque también puede observarse en gatos y, de forma esporádica, en otras especies como caballos.
Los síntomas de la triquiasis dependen del número y rigidez de los pelos implicados, así como del grado de contacto con la córnea. Los signos más comunes incluyen:
Los síntomas pueden ser intermitentes o crónicos, y a menudo empeoran con el viento o el parpadeo.
La triquiasis puede ser:
1. Congénita: relacionada con la morfología de ciertas razas, especialmente braquicéfalas o con pliegues cutáneos faciales pronunciados.
2. Adquirida: secundaria a:
3. Las razas predispuestas incluyen:
El diagnóstico se basa en:
En ocasiones es útil sedar al animal para un examen exhaustivo, sobre todo si hay blefarospasmo intenso.
El tratamiento de la triquiasis depende de la localización, severidad y causa. El objetivo es eliminar o desviar el pelo que contacta con la córnea.
Tratamientos disponibles:
Estas técnicas permiten destruir los folículos pilosos responsables. En triquiasis adquirida localizada puede ser útil.
La triquiasis se observa principalmente en perros, especialmente en razas braquicéfalas o de párpados laxos. También puede aparecer en perros de razas grandes con entropión o tras cirugías oculares.
En gatos, la triquiasis es menos frecuente, pero puede darse en razas como el Persa, y especialmente cuando hay entropión medial o traumatismos previos.
En caballos, la triquiasis es excepcional, aunque pueden desarrollarla como secuela cicatricial de lesiones o cirugías palpebrales.
En los casos congénitos, la prevención es difícil. Sin embargo, pueden tomarse medidas como:
A continuación, mostramos algunos casos reales de triquiasis en diferentes razas y localizaciones oculares:
Imagen 1. American Bully hembra de 4 años con triquiaisis bilateral del párpado superior.
Imagen 1. Las flechas indican la dirección anómala del crecimiento de los pelos hacia la córnea, generando molestias oculares evidentes.
Imagen 2. Yorkshire terrier hembra de 15 años con triquiaisis en el párpado superior del ojo derecho, asociada a una cirugía previa.
Imagen 2. Primer plano del ojo derecho con signos de irritación y fluoresceína acumulada por contacto con pelos en dirección anómala.
Imagen 3. Perrita mestiza de 7 años con triquiaisis localizada en el canto lateral del párpado superior izquierdo
Imagen 3. Canto lateral del párpado superior con crecimiento de pelos hacia la córnea, teñida por la lesión corneal subyacente.
Imagen 4. Misma perrita meses antes de tratar su blefaritis infecciosa. En la imagen también se aprecian las triquiasis.
Imagen 4. Fotografía tomada antes del tratamiento de blefaritis, donde también son visibles pelos que crecen hacia el globo ocular.
Imagen 5. Podenca andaluza de 4 años con triquiaisis en el canto lateral del párpado superior del ojo izquierdo
Imagen 5. Pelo mal dirigido en el canto lateral del párpado superior izquierdo, en contacto directo con la córnea.
Imagen 6. En los casos crónicos de triquiasis, especialmente en razas braquicéfalas o con abundante pelo facial, la irritación constante sobre la superficie ocular puede generar complicaciones graves. A continuación, mostramos un ejemplo clínico donde se observa claramente el contacto permanente del pelo con la córnea.
Imagen 6. Contacto permanente del pelo periocular con la córnea en una perra Shih Tzu de 10 años, con signos avanzados de irritación ocular crónica.
Imagen 7. La triquiasis puede pasar desapercibida en animales jóvenes, pero su efecto acumulativo sobre la superficie ocular genera irritaciones persistentes que comprometen la salud visual. Este caso refleja cómo un Shih Tzu de tan solo 3 años sufre conjuntivitis recurrentes que pueden agravarse por el roce constante de los pelos con la conjuntiva y la córnea.
Imagen 7. Triquiasis en un perro joven de raza Shih Tzu, con pelos perioculares que irritan la conjuntiva y pueden ser causa de conjuntivitis de repetición.
La triquiasis es una condición frecuente en oftalmología veterinaria, especialmente en perros, y puede producir molestias significativas y lesiones corneales si no se trata adecuadamente.
El tratamiento debe adaptarse a cada caso y puede incluir desde lubricación y manejo conservador hasta cirugía reconstructiva o uso de láser para resolver el problema de forma definitiva.
La intervención temprana es clave para preservar la salud ocular y prevenir daños crónicos en la superficie del ojo.
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