Aunque afecta también a perros y gatos, la uveítis es una enfermedad muy común en los equinos. Ésta puede afectar tanto a uno como a los dos ojos, convirtiéndose en la causa de ceguera más importante en los caballos, más que el glaucoma o la catarata, los traumatismos o úlceras infectadas.
Es la inflamación de la úvea, una membrana que envuelve al ojo y lo protege, y está formada por tres estructuras: el iris, el cuerpo ciliar y la coroides. La inflamación de la úvea es lo que provoca la pérdida progresiva de visión.
La uveítis puede ser de 4 tipos:
Los síntomas más comunes en el caballo son lagrimeo excesivo y blefaroespasmo (pestañeo). En estados avanzados, el ojo se pone turbio, de un color azulado no está transparente, pudiendo también aparecer un color amarillento dentro del ojo.
Las causas suelen ser autoinmunes, es decir, es el propio cuerpo el que genera la uveítis.
Hay otras causas, como algunas enfermedades infecciosas que pueden derivar también en uveítis, tales como la Leptospirosis, Ehrlichia, Borrelia, Piroplasmosis…
Puede darse a cualquier edad pero es más frecuente entre los 6 y los 14 años.
En algunos casos hay que tratarlos crónicamente y esto conlleva dificultades: los caballos viven en establos, no siempre se puede ir a poner gotas…
El tratamiento más común es a través de corticoides tópicos. En casos rebeldes se ponen implantes de ciclosporina o corticoides dentro del ojo para tratar la inflamación y últimamente se están realizando tratamientos con células madre mesenquimales.
No se puede prevenir a no ser que sea una causa infecciosa.
El mayor problema que tienen los caballos que sufren uveítis es la recurrencia: una vez clínicamente están estables, al cabo del tiempo hay recaída.
Además, las uveítis repetidas conllevan lesiones irreversibles, hacen que el iris se quede adherido al cristalino, provocando cataratas, desprendimiento de retina y glaucoma. Las secuelas que dejan estas patologías es lo que provoca la ceguera.
En la primera visita en équidos buscamos conocer con detalle el estado de los ojos del paciente con una exploración completa desde los párpados y la superficie ocular hasta el cristalino y el fondo ocular.
El ojo seco es una patología compleja que no se suele detectar en equinos. Sin embargo, su diagnóstico y correcto tratamiento puede mejorar de forma muy significativa la calidad de vida del paciente.
Una herida en la superficie del ojo que llega a infectarse puede requerir de un transplante corneal para recuperar visión.